Pilar








POR QUÉ. POR QUÉ
  
Me acuerdo de cuando nació mi hermana. Y de mamá sentada en una sillita de enea dándole el pecho y yo con una cucharilla de juguete pidiéndole que me pusiera un poquito de leche; sabia malísima, como agria.
Recuerdo a mi padre en casa, celebrando con sus compañeros de trabajo el nacimiento, y a uno de ellos que cantaba: “cuando salí de mi Huerva…” 
También me acuerdo de las navidades; cenábamos en casa de los tíos las tres familias. Por la tarde, a los niños, nos mandaban al patio de atrás a jugar, al cuidado del primo Nico que era mayor; también dejaban que nos llevase de paseo hasta la calle ancha. Allí daba vuelta el tranvía porque era final de línea y también el de la calle que terminaba en un solar descampado, donde se ponía la feria.  Si cierro los ojos me acuerdo del olor aceitoso a churros y del dulce del chocolate; del aroma refrescante de los pinos y abetos que se vendían. Del punzante del carburo que iluminaba varios tenderetes, del picante de los petardos ruidosos. Y el de las castañas asadas. Y el del carbón y la leña que en bidones quemaban los vendedores para calentarse las manos…  Tantos olores tan sugerentes.
Y ruidos. También recuerdo los sonidos: risas y voces, panderetas y zambombas, el campanilleo del tranvía llegando y saliendo, la musiquilla alegre del carrusel, los disparos del tiro al blanco, el vocerío de la tómbola… Nos entreteníamos curioseando por entre los puestos con adornos navideños, con figuritas del belén o artículos de broma. Y terminábamos montando en los caballitos; a mí me gustaba especialmente una moto y en cierta ocasión la moto se desprendió y me caí; no me hice nada, pero me asusté y lloraba; Nico organizó un escándalo y el hombre del tiovivo nos invitó a montar gratis hasta que llegó la hora de volver a casa.
Me acuerdo que después de cenar los papás encendían cohetes y bengalas y nos daban guirnaldas y gorros; a mí me tocó uno como de dama antigua y recuerdo que era de color azul con un tul muy largo que se enroscaba en el cuello. Era precioso.
Me acuerdo de muchas cosas de mi infancia, pero por qué no me acuerdo de mi nombre, ni de qué hago en esta habitación, de cuándo y qué he comido… No me acuerdo, señorita. Por qué no me acuerdo… 

                                                                       FIN