Pilar



BAJO PALABRA

¡Treinta años! ¿Dónde está el brillo de mis ojos? ¿Y mi pelo? Ese ha ido quedándose atrapado en el peine. Tampoco ella es lo que era: mi alumna, la sonrisa siempre en la boca perfecta; ahora, el tiempo, tirano labrador,  nos ha roturado dejando su huella.
¡Qué insensatos fuimos al pensar que sus padres comprenderían nuestro amor! Yo, sin tener dónde caerme muerto, sólo le podía ofrecer mis ansias de triunfar con los pinceles. Ella, llamada a brillar en sociedad. Después, la impuesta separación: ella a un internado de Suiza, y yo…
Nos prometimos, entre lágrimas, que algún día estaríamos juntos para siempre.
La esquela de su marido, en el periódico, y mi impulsó al escribir una nota de condolencia, pueden hacer realidad aquella sincera y lejana promesa.
¿Porqué no? Ahora soy un pintor afamado, soltero, y albergo el mismo amor que entonces empeñé bajo palabra.
Ahí llega mi alumna, mi amor, con su sonrisa de entonces. Mis ojos hoy también brillan, ¡seguro!

FIN