DEJAD QUE
LOS NIÑOS SE ACERQUEN
Su conciencia no podría soportarlo,
chocaba con todas sus creencias; aún así, Eugenio acalló dudas y
remordimientos convenciéndose de que un
oportuno “accidente” podría ser el aliado perfecto de un hombre sin voluntad
para domeñar sus pecaminosos apetitos.
Subió al campanario. A sus pies, la ciudad
congelada dormía en silencio. Cerró los ojos y fingió un resbalón accidental.
FIN