MI NIÑO MOZO
Hace más de
veinte años que los amigos del barrio ya no juegan a los indios, ni a los
barcos en la fuente de la plaza vieja. Ninguno duerme ya con un muñeco ni moja
el pijama. Pero para Luisón el tiempo no cuenta; él, cuando se acuesta, sigue
aferrándose a Taylor, su maltrecho gatito de trapo, tuerto, remendado una y
otra vez.
Luisón continúa arrastrándose
por la acera dando tobitas a las chapas y jugando al gua en el parque, como
cuando era Luisito. Corretea en círculos con los brazos extendidos, haciendo
pedorretas babosas, ruidos como si fuera un avión.
Y si ve llegar, terminada
la faena diaria, a los amigos del barrio, los llama a voces para que le
acompañen, los azuza nervioso. Y llora porque dice que no le ajuntan. Llora
lágrimas gordas que le resbalan por las mejillas mal afeitadas; se limpia los
mocos con la manga y corre a esconderse en casa, a chivarse a su madre.
La madre le lava
la cara, le consuela y ruega a Dios para que se lleve a su niño mozo cinco
minutos antes que a ella.
FIN
"En los callejones los niños
siguen jugando al futbol"
Una breve estrofa que tiene más de 20 años, de un gupo vasco cuyo nombre no recuerdo.
No todo está perdido, no todo es playstation, no todo niño mozo es marginado.
Al menos...mientras en mi callejon los chicos sigan jugando al futbol con sus padres.
La esperanza de la madre de Luisón es la de muchas otras madres que esperan que sus eternos niños nunca tengan que vivir sin ellas.
Buen relato, en pocas palabras describes perfectamente el personaje y el drama.
My bien Ángela
Un relato que detiene tu tiempo y te hace reflexionar sobre la vida, y lo poco que sabemos de ella. Nada humano, nos debería ser ajeno. Buen relato Pilar. Un abrazo.
Javier