Pilar

ABRAZO PÚRPURA La mujer que sostenía el espejo sonreía complacida; a través del cristal, echó una ojeada al hombre que yacía en la cama. Le pareció repugnante, un peludo seboso, ordinario… No siempre encontraba tipos a su gusto, refinado y elegante, pero cumplían su papel sin sospechar las consecuencias del abrazo gratuito que les prometía melosa. Se desinteresó de él, del inútil espejo… Saciada, segura de sí misma, se retocó el peinado recogido en un moño alto. Se relamió los labios rojos de carmín, de sangre fresca, y salió de la habitación pisando fuerte con los tacones afilados. Aunque no tanto como sus colmillos. FIN