Pilar

 




SIN NADA

 

Siento que en ningún sitio me echan ya de menos. No puedo irrumpir en la vida de nadie, no sería justo; todo por mi espíritu curioso y trotamundos.

Supe de aquella cueva por un artículo en una revista y me hice el firme propósito de visitarla; el plan quedó postergado por motivos laborales y hace unos días, en un documental sobre leyendas urbanas y casos paranormales, de nuevo hacían referencia a ella y me lancé a la aventura. Marina no quiso acompañarme; estaba cansada de mis expediciones a lugares inquietantes.   

Y aquí estoy, frente a una cueva hundida en un terreno escabroso y despoblado; es como muchas otras que he explorado: húmeda, fría, oscura… No parece tener nada de extraordinario. Lo que la hace diferente es la fuente de la eterna juventud, según decía la leyenda. ¿Sería cierto que el agua que mana de unas grietas tiene esa mágica propiedad? También se aseguraba que, allí dentro, el tiempo no pasaba. Mi mente crítica lo pone todo en duda, a pesar de ello me animo a probar. Tomo dos tragos y espero. No siento nada especial. Bebo más y tampoco. Lo único anómalo es que el reloj se me ha mojado y no funciona.

La visita ya no tiene mayor interés y me apresuro a salir.

Nada más poner el pie fuera de la cueva y adentrarme en la unánime noche me quedo paralizado; el paisaje ha cambiado: hileras de edificios con cientos de ventanas iluminadas se extienden en un mar de asfalto bordeado de árboles. Circulan vehículos de modelos para mí desconocidos. Un extraño aparato me sobrevuela. De improviso mi reloj empieza a funcionar; las manecillas avanzan frenéticas cambiando horas, días, meses… Por la calle la gente se vuelve a mirarme, sorprendidos por mi atuendo estrafalario, pasado de moda.

Todavía no sé cómo consigo llegar hasta mi casa; la cerradura chirria. La puerta, al abrirla, empuja una montonera de cartas, propaganda, prensa…

En los trece años que han pasado cuántos cambios, cuántos disgustos y preocupaciones habrán provocado mi desaparición. Y pérdidas: Marina casada y con dos hijos, mi madre fallecida cinco años atrás y cómo me presento a mis amigos o en el trabajo.

No me moriré de viejo, pero de soledad y pesadumbre…

 

                                                          FIN


 

 


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Pilar

 








 Después de incontables impedimentos, por fin podremos presentar el libro que la pandemia relegó, en espera de una mejor ocasión para darlo a conocer.
Si queréis acompañarnos seguro que pasaréis una tarde de domingo distinta y amena con nuestras entretenidas lecturas y buena música. 

Pilar




LÍNEA 4

 

El vagón estaba abarrotado; me incomoda ir apretujada, aunque como llevaba prisa opté por subir. Me quedé cerca de las puertas, junto a una mujer y un chaval.

En cada estación bajaban unos, entraban otros y yo me agarraba a la barra empeñada en no ceder mi espacio. En Prosperidad, un hombre entrado en años, oliendo a tabaco y colonia barata, se acopló a mi lado. Se arrimaba demasiado; yo procuraba retirarme, pero el espacio era mínimo y apenas ganaba terreno. El chaval se abrió paso a empujones para apearse en Diego de León; el hombre ocupó su lugar y eso nos permitió a la mujer y a mí un pequeño respiro. Noté un toque ligero por la pierna. El tipo estaba impasible, mirando al techo; su aliento me rozaba la nuca. Cambié de postura. Cambió el manoseo; ahora me sobaba el culo y me dio un pellizco.

Eres un cerdo, grité, le pegué un bofetón y con el tacón le machaqué el pie.

Protestó, me llamó loca, amenazó con denunciarme por agresión y yo a él por abuso.

La gente le abucheó, le llamaron pervertido, violador… Un escándalo del que huyó en Goya, vociferando, diciendo que más quisiera yo, que qué me creía... ¡Menudo sofocón! 

En Alonso Martínez me apresuré para salir. Antes de que se cerrasen las puertas pude ver a la mujer que iba a mi lado guiñando un ojo ¡y me soltó un beso! Me quedé perpleja. No se me quita de la cabeza su descaro y cinismo.

FIN


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Pilar

                                                           

DESPEDIDA MORTAL

 

Llevo dos días muerto. Cualquiera diría que es de locos pensar si un trozo de papel con cuatro líneas puede matar a alguien. Error. ¿Y si la nota está impregnada de una sustancia tóxica? O te convoca a una trampa letal. Ninguno de estos supuestos han sido los culpables de mi muerte. El autor de mi asesinato se llama Javier y no ha necesitado armas, ni veneno, ni simular un accidente… Lo ha hecho con un bolígrafo. ¡Un vulgar bolígrafo de tinta negra! Y no es porque me lo haya clavado en el corazón; me ha fulminado con el mensaje que recibí anteayer.

Alfonso, ¿Te acuerdas de Rubén? Me voy con él a Buenos Aires. Siempre guardaré un maravilloso recuerdo de nuestra relación.

Incapaz de moverme, de reaccionar, de asumirlo, cada palabra era un clavo hincado en mi ataúd. No pude seguir leyendo; hice una bola con el papel y lo tiré a la basura.

Y claro que me acordaba de Rubén, un exitoso empresario cincuentón, atractivo y mundano, con don de gentes y un impresionante deportivo amarillo.  

Y yo qué iba a recordar de Javier ¿al atento y guapo chaval que me servía el ging tonic y un platillo con cacahuetes? O cuando nos quedamos charlando al cerrar el bar. Ahí empezó todo; aquella noche yo estaba muy cansado, disgustado por un grave contratiempo en la oficina… Javier me escuchó y hasta me hizo reír. Solía esperarle cuando acababa su turno, me acompañaba hasta casa y una cosa llevo a otra. Dos años plenos de amistad, compenetración, abrazos… Y ahora, con unas pocas letras, terminan sepultados en el más negro abandono.   

He recuperado la nota arrugada. Hay una posdata que había dejado sin leer.

P.D. Le he dado tu móvil a Leo, el morenazo cubano que conocimos en Ibiza. Un clavo saca otro clavo.

                                                                       FIN



Pilar

 TODO ESTÁ EN JUEGO


A Emilio, Josete y Pedrín les gustaban los juegos peligros. El preferido era meterse con Toñito. Se aprovechaban de él por ser carne de colleja, el pequeño del grupo, de constitución esmirriada y carácter medroso.

Lo mismo le desnudaban para tirarle a un estanque, que le obligaban a que los acompañase a colarse en una casa vacía para hacer algún estropicio. Otro de sus retos preferidos era saltar de balcón a balcón y, por supuesto, invariablemente el primero en hacerlo era Toñito.

También les divertía obligarle a que les hiciera los deberes, so pena de quitarle los libros y romperle los cuadernos.

Jugar por las alcantarillas le causaban terror a Toñito y sus “amigos” disfrutaban viéndole angustiado. La tarde que le encerraron en un almacén abandonado, rodeado de tinieblas, de ruidos inquietantes, de ratas, Toñito tocó fondo. Cuando le rescataron estaba enajenado, tanto que tuvieron que internarle.

Los largos meses que pasó en manos de psicólogos y psiquiatras le cambiaron; cuando volvió a casa era otra persona: decidido, seguro de sí mismo… Lo primero que hizo fue buscar a Pedro, Emilio y Jose para retarlos; le daba igual la prueba que le sugirieran, cuanto más arriesgadas mejor: ¿pasar una noche en el cementerio tumbando cruces?, sin problemas. Robar un coche y circular por una autopista en sentido contrario, pan comido.

“Vaya, vaya. A Toñito le gustan los juegos peligrosos, y cada vez más. Desde ahora tendremos que llamarte Antonio. Te lo has ganado” Le felicitaban los colegas. Él se dejaba elogiar mientras esperaba su momento.

Y el momento llegó cuando Antonio descubrió una finca aislada; propuso a los chicos una exploración descendiendo al pozo seco que había junto a una empalizada. Todos acogieron el plan, encantados, y puesto que la idea fue suya sería el último en bajar. Anochecía cuando quitaron el candado, abrieron la tapa y desplegaron la escala de cuerdas.

-¿Todo bien?- Preguntó Antonio desde el brocal.

No esperó la respuesta. Recuperó la escalerilla y encajó la tapa.

Apagó la linterna, no la necesitaba, la cara redonda de la luna parecía sonreírle.

                                                                                              FIN



 

 

Pilar

 






TIEMPO DE ESPEJISMOS

 

Juanita es una sentimental y la lectura su pasión, novelas de amantes despechados, de aventuras imposibles…  Entre capítulo y capítulo echa una mano a su abuelo, un anciano de pelos blancos que vende los mejores melocotones del mercado. Su tenderete está frente a la mujer que reparte publicidad de la marca “La Seda” cuidado perfecto de la piel, vocea, compitiendo con el ciego de la ONCE en llamar la atención de los transeúntes. 

Juanita también es soñadora; fantasea con que aparecerá un héroe, que la rescatará para llevarla en volandas al paraíso.

“Vamos, niña, a recoger. Por hoy ya está bien” La baja de las nubes el abuelo.

Cada día, Juanita compra un cupón para tentar a la suerte, a ver si le cae un buen pellizco porque, aunque es muy romántica, sabe que el príncipe azul se puede retrasar, y las penas con pan…

 

                                                 FIN

 


Pilar





LOS AMANTES DEL MERIDIANO

 

Nos gusta callejear por el barrio.

Un grupo de amigos jalean al colega que se marca las mejores contorsiones del Hip-Hop. Un conductor insiste en tocar el claxon para alejarlos de la calzada y los jóvenes le abuchean.

Una parejita, en lo oscuro, apura el tiempo abrazándose antes de separarse; ella sale del coche le lanza un último beso y se apresura a entrar al portal.

El camello que vende su mierda en la esquina de la calle Paraíso con Espejismos le pasa una dosis a un cliente que, ansioso, se resguarda en un rincón del callejón para colocarse; el temblor de los dedos, blancos y helados, apenas le permiten chutarse. Desde la acera le observa la mujer del vestido rojo con girasoles estampados; ¡qué desperdicio de vida!, murmura.

 Así son las noches en nuestro barrio del Meridiano, ¿peor que otros? Puede. Pero nos gusta.

 

                                                               FIN

 

 


Pilar






 QUERIDO NENETÓN


Mi Quique pasa por delante de la verja del parque arrastrando un palo por los barrotes. Al tatatatatata que provoca se une su vozarrona, un griterío que sube o baja, que acelera o ralentiza dependiendo de la fuerza y velocidad que imprime al juego. Cuando llega al final del enrejado se ríe a borbotones con alegría de fiesta grande, con risotadas desmedidas. Y vuelve a empezar desandando el camino hasta llegar a mi lado.
Siempre elijo el banco más apartado. A las mamás de los otros niños les asusta que mi Quique juegue con ellos. Él los mira, los imita y palmotea. A veces quiere acercarse a ellos; no le dejo y llora, se muerde la mano, patea y se tira del pelo. Le abrazo y le canto: ¡vamos de paseo, pi,pi,pi! Le gusta esa canción, es como el interruptor que le cambia el chip. Se balancea y vuelve a reír. Agarra el palo y corre hasta los barrotes.
Así es mi Quique, mi querido nenetón.

                                                         FIN

Pilar

  

 

 



 LOS MEJORES

 

No era fácil cumplir las bases del concurso; meter en diez líneas palabras como melocotones, paraíso, meridiano o ataúdes se me antojaba misión imposible. 

Entre mis amigos de la tertulia literaria, amantes de la escritura con doce publicaciones en el mercado, debatimos cómo enfocarlo, pero tendríamos que ser muy ciegos para no reconocer que quien fuese capaz de hacerlo y que el texto tuviera cierto sentido, será un héroe.

Soy una mujer sentimental y el relato ganador, seleccionado entre los mejores que se han presentado, me ha emocionado: no le falta ni le sobra una letra. ¡Ah! Y lo firma una heroína. 

                                                FIN

 


Pilar





SIN ELLA

 

Relumbran los restos de lluvia en los adoquines, en las hojas de los árboles mecidas por la brisa húmeda, como llanto manso resbalando en las cristaleras. No me importa mojarme, no voy a ninguna parte, mi invierno apenas encuentra razones para seguir adelante. Vivo de recuerdos, recuerdos atesorados: la plata de sus cabellos, la curva tibia de su cuello… Los ojos azules, inteligentes y espejados, iluminaban todo cuanto miraba.

Así me sentí yo cuando la conocí, mi mundo de solterón taciturno y gris se coloreó de repente.

Lucia era hermosa y dulce, fascinante y sutil. De su mano descubrí el placer de pasear sin prisa y me arrastró a la alegría de compartir su mundo, hasta que una invisible tela de araña la fue envolviendo en el olvido, despojándola de las palabras. Poco a poco pasé a ser para ella un desconocido, nosotros, ¡qué tanto y tan bien nos conocíamos!

A veces siento como si hubiese vivido esos breves momentos en otro tiempo, otra dimensión lejana y onírica.

Sin ella ya no espero nada. Vuelvo a tener desalquilado el corazón.


FIN

  

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Pilar

 





                                  CRÓNICA DE UNA INFAMIA

 

Felipe sintió un temblor; de sus labios helados apenas salieron palabras cuando vio a la mujer: era Vanesa. Se le antojó un espejismo, una cruel jugada del tiempo. ¿Dónde había estado? ¿Qué la impulsó a esconderse y permitir que le acusasen?

Tres años han pasado. El “Meridiano” publicó durante semanas noticias sobre la inexplicable desaparición de la joven en el edificio Girasoles.

“Apenas se atenían a los hechos y terminó siendo un culebrón. Lo único cierto es que éramos vecinos, que se le escapó el agua y la ayudé a recogerla. De ahí las huellas en su piso. ¿Pero amantes? Aquellas sospechas me arruinaron la vida, perdí trabajo, amigos…”

Emboscado, Felipe aprovechó que el semáforo cambiaba de rojo a verde para empujarla.

Frenazos, gritos y la gente se arremolinó en torno a ella. Él volvió a tumbarse en sus cartones. Nadie repara en un obscuro indigente. 

                                                                   FIN                                  

 


Pilar

 





NOTICIAS

 

Frente al mar, en la escalera del mercado, es donde Rufo, Cosme, Anxo, Sabino y Fidel pasan los mejores momentos: bromean, discuten de fútbol y comentan las últimas incidencias del día; trabajar con ataúdes, a veces, resulta deprimente y echar un rato con los compañeros o ponerse ciegos de orujo no es ningún crimen.

El rumor de que posiblemente cierre la fábrica, les deja helados. Finalmente lo confirma Rufo, el encargado de taller, con un ligero temblor en la voz, entorpecida por la tos crónica que padece; también a él, aunque no se permite reconocerlo, el comunicado se le antoja una infamia. Trabajar desde chaval para la misma empresa, marca. Ahora, a punto de jubilarse se enfrenta a días monótonos, sin alicientes.

­-No te preocupes, Rufo -le anima Sabino- siempre nos quedarán el mar y la escalera.

-Y el orujo -apunta Fidel.

-¡Y los amigos! -añaden a coro.

                                                                    FIN

 


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