Pilar

PÉTALOS MENSAJEROS Un tratado de oftalmología en braille se abre ante él. Las gafas oscuras favorecen su aspecto atractivo. Los dedos delicados recorren los puntos negros, reguero de hormigas pedagogas, silentes. Se siente observado, la mano detiene su labor lectora y alza la cara, venteando en torno; la biblioteca huele a papel, a tinta y madera antigua. Con suma cautela me acerco y dejo una flor sobre el libro. De vuelta a mi sitio acecho su reacción: roza la rosa y sonríe deleitándose con su perfume. ─ Hasta mañana, Andrés ─ me entrega el libro al despedirse y yo lo coloco en la estantería correspondiente. No comenta nada sobre el regalo. Su silencio me hace concebir esperanzas. FIN
Pilar
TODAVÍA ES POSIBLE Hace ya tiempo que aquí nadie cree en los milagros. La gran urbe desnaturaliza todo y a todos. Tanta premura por abandonar el terruño, por hacerme un sitio lejos del duro faenar del campo, ¿para qué? El oficio de descargador me rila el cuerpo y el recuerdo de Palmira me machaca el alma. Volveré rico, le dije, espérame. Me persigue el desconsuelo de su figura adolescente,la mano frágil cortando el aire lánguidamente, empequeñecida a medida que el tren se alejaba. Hoy vuelvo igual de pobre, aunque más recio. Palmira me espera, me sonríe; ese proyecto de cadera ahora es un poema y, asombrado, descubro que aún se producen prodigios. FIN
Pilar

IMPOSIBLE DE DIGERIR. La cena se enfriaba en la mesa, y el chico sin llegar. Por la ventana, el estridente ruido de un tubo de escape, le alertó. Se asomó rápida. La moto pasó veloz por la calle y se perdió dejando una estela de humo negro y el eco retumbando en la noche desapacible. Encendió el televisor para solapar el tic-tac del reloj acusador, aunque apenas prestó atención al último telediario; dudaba en si calentar la verdura o esperar a escuchar la llave en la cerradura. Cuando dieron la noticia del accidente, como una autómata tiró la comida helada a la basura. FIN