Pilar
CUENTA ATRÁS
Seis minutos. Tic, tac. Casi es la hora. No se retrasa. Nunca se retrasa. La puntualidad es importante. Lo sabe. Él siempre lo sabe todo. Nena, ¿qué se te ha perdido a ti en la calle? Me pregunta y enseguida contesta: nada, la calle tiene muchos peligros para una jovencita tan guapa. Por eso sabe que lo mejor es que no salga del cuarto. Que no abra la puerta, que abra sólo cuando viene a traerme la comida. Y las medicinas. Las medicinas son importantes. Muy importantes porque si no las tomo oigo las voces todo el tiempo; incluso, a veces, veo las manos. Esas garras horribles están en el espejo y se alargan para poder cogerme y, aunque no las vea sé que están por ahí rondándome, no se marchan nunca, Están acechando; entran cuando él abre la puerta y esperan a que me descuide para agarrarme. Si tomo las pastillas puedo dormir y así no me entero si las manos me tocan. Tic, tac. Tic, tac. Cuatro minutos, faltan cuatro minutos. No me gusta que las manos me desnuden. Ni que me toquen. Dos minutos. El reloj me hace compañía, nunca se para. Tic, tac, tic, tac. Tic… No quiero que me lave con la esponja y esa espuma que huele a flores. Aunque huele mejor que el aliento de él cuando se acerca. Oigo sus pasos. La llave en la cerradura… Ya es la hora, nena, dirá en cuanto abra. Preciosa, ¿no le vas a dar un besito a papá? FIN