Pilar


                                          
TESTIGOS PÉTREOS


Me gustaba aquel jardín calmoso, recoleto y cuidado, mi lugar preferido para pintar; instalaba el caballete en distintos rincones y los plasmaba en mis lienzos.  Así fueron llenando las paredes de casa cuadros con árboles y pájaros, parterres floridos, caminos con paseantes…  Y la fuente de las damas curiosas, un pilón con una columna rematada por dos efigies femeninas,  que parecían atisbar el horizonte. Imaginaba que ellas vigilaban a los niños que jugaban en la arena con sus palas y cubos. A los deportistas madrugadores, a las parejas que se arrullaban de oscurecida.  Bajo su atenta mirada pétrea conocí a Silvia, como yo habitual del jardín; ella sacaba sus cartas del tarot, las echaba  y leía el futuro a cuantos se acercaban a la mesita portátil que montaba frente a la fuente. Ella me auguró éxito de venta y crítica de la exposición que planeaba hacer. 
Yo la pronostiqué que si me entregaba su corazón la amaría siempre. Las damas curiosas han sido testigo mudo de nuestro amor, un amor que ha perdurado cuarenta años y que seguimos paseando por nuestro calmoso, recoleto y cuidado jardín.

                                                                FIN