LA HORA DE LOS GRILLOS
El aroma a café me despierta. En la penumbra, los objetos se reflejan borrosos en el espejo; también mi imagen marchita. ¿Quién soy?
Negás la realidad, diagnosticó la porteña, psicólogo en un pasado mejor; odiás tu vida, lo que sos.
Puede. Pero, cómo romper la dinámica. Adónde volver.
En el pasillo reptan zapatillas perezosas, oigo bostezos, voces roncas de alcohol y humo. Juro que será la última vez; abandonaré esta casa, bulliciosa a la hora negra de los grillos, sosegada cuando la mano pálida del alba apaga las estrellas.
En la mesilla, los euros golosos me eclipsan la intención. Quizá mañana.
FIN