Pilar
HA VUELTO

Le veía rondando por el barrio, en la entrada de la panadería, del banco o en las escaleras de la iglesia a las horas de oficio.  Aquella noche llegó hasta mi puerta y siguiendo un irreflexivo impulso, abrí y le invité a entrar.  Su presencia, por un tiempo mágico, llenó los vacíos que habitaban mi casa. Por un tiempo; después, se desvaneció y con él mi anhelo voló como pelusa liviana zarandeada por una ventolera caprichosa.  

Esta mañana he vuelto a encontrar la tapa del váter levantada, la segunda vez en una semana. El baño huele a champú, a crema de afeitar y a loción.  En el lado izquierdo de la cama queda una huella ligeramente hundida y las sábanas, arrugadas, guardan una leve tibieza. ¿Le tengo o le sueño? ¿Por cuánto tiempo? No importa; mientras, soy feliz.

                                                                                 FIN

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