SALTO
SIN RED
Solo quiso volar como antes. Si repasan la
trayectoria de los últimos años se darán cuenta de que su abuelo había
perdido bastantes facultades desde el
accidente. No era el mismo, estaba desorientado, disminuido. No era consciente
de sus lagunas y pasaba del raciocinio a la obcecación en un momento. ¿Suicidarse?
¡Ni pensarlo! Si creen eso son ustedes los que desvarían, ¿a quién se le ocurre
suicidarse saltando al suelo desde arriba de un silla?
FIN
PARANOIA
Hace tiempo que
sobrevivo alimentándome de momentos robados; de fragmentos de recuerdos, como
fotogramas que pasan por mi cabeza sin ilación. Muchas de esas imágenes ni
siquiera logro identificarlas: ¿quién será ese niño? ¿Dónde queda esa casa o aquel
jardín? Tampoco consigo saber porqué me espían y me persiguen. ¿Y de quiénes
son las voces que escucho sin cesar? Me atormentan sin dejarme descansar ni
pensar con claridad. Pero al final lo identifiqué: era mi vecino; no paraba de
poner música a todo volumen, de gritar, de fisgar por la mirilla, acecharme en
la escalera, entrometerse si estoy bien, si necesito algo… No he tenido más remedio que taparle la boca.
¡Se lo merecía!
Ahora me pregunto quién
será la mujer que va a mi lado en este furgón blanco; la miro de reojo y lo que
veo me agrada: su perfil correcto, la línea suave del cuello, el busto generoso… mueve la cabeza y por entre la cofia se le
escapan unos rizos del pelo que desprende un intenso perfume a flores. Mejor,
porque el furgón huele a medicinas y no me gusta nada. Su ropa, inmaculada,
también me agrada. Lástima que sea una perfecta desconocida, o puede que sea
uno de los fotogramas… Lo que no me
gusta es que no para de hablar: que cómo me encuentro, que no me preocupe, que
me van a cuidar... Y lo repite como una cotorra dislocada una vez y otra y
otra… Lástima que las correas que me sujetan las manos me impidan taparle la
bocaza. ¡Se lo merece!
FIN