DÍA
A DÍA
No es tan difícil pasar al otro lado. Cuando
tu vida está regida por la rutina: trabajo, familia, salud… parece impensable
que todo eso pueda dar un vuelco y mandarte a ese otro lado oscuro.
No, no es tan difícil; a veces las
circunstancias se confabulan para desbaratarte la vida, una vida cómoda,
institucionalizada que por causas ajenas a tu voluntad se trastorna. Mi caso no
fue nada especial; el desplome de la economía, el despido, esa edad intermedia,
difícil para reintegrarte al mundo laboral, la depresión… La puntilla vino de
mano de mi pareja y a mí alrededor todo se desmoronó.
Tres años llevo en la calle. Paso el día
a la puerta del mercado de Barceló; me gusta más el de mi antiguo barrio: San
Antón; a ese no puedo acercarme, lo remodelaron y hay restaurantes, bares y
locales con especialidades, pero siguen muchos de los puestos tradicionales; me
conocen porque yo era cliente. Tampoco me apetece darme de bruces con mi ex; él
sigue viviendo por allí.
Volviendo al mercado, el de Barceló
también lo modernizaron y está feísimo; claro que eso a mí me da lo mismo yo me
instalo a la puerta y no me puedo quejar porque la gente es bastante agradable,
hasta tengo clientes fijas, les llevo las bolsas, guardo la vez, cuido al perro
mientras compran… Los comerciantes también me conocen, y les echo una mano en
lo que se tercia, a cambio me dan comida, incluso, a veces, algunas monedas.
Las noches que hace mucho frío la frutera me deja dormir en su puesto.
No sé que más puedo contarle. Bueno, si
quiere, anécdotas todas; conozco vida y milagros de muchos parroquianos. Y lo
hago porque es para la gaceta del barrio, pero fotos no, si acaso de espaldas
con el mercado al fondo. Y no ponga que es feísimo. Ni mi nombre, ¡eso ni en
broma!
¿Qué, jefe, hace, un cafétito y seguimos hablando?
FIN