LA
PIANISTA
Me
paso la tarde con la mirada enredada en el balcón de mí vecina, trepando por
los visillos entornados para terminar prendida en su espalda. Se inclina sobre el piano y la tensión que
imprime a la interpretación se refleja en sus hombros, sus brazos.
Pongo
un disco de polonesas y nocturnos de Chopin y me imagino que ella lo interpreta
para mí. Por un girón de las nubes, desafiando a la lluvia mansa, se cuela un
rayo de sol que ilumina su cabello plateado.
Desde
que quedó viuda ha empezado a dar clases; para entretenerse y sacar unas
pesetas, me cuenta nuestra charlatana portera.
Sus
pupilos son todos niños; los observo aporrear las teclas y a ella corregirlos,
marcarles el compás, mostrarles las notas con un paciencia infinita.
Me
reconcomo de envidia. ¿Aceptará a un solterón tímido, amante de la música?
Quizá mañana me decida a cruzar el rellano.
FIN