EL ÁRBOL DE
PENSAR
Los papás de
Blanca eran muy ordenados y les gustaba tener un sitio para cada cosa.
A ella le enseñaron a recoger sus juguetes en el cajón verde, el más grande, y a
colocar sus zapatitos en la repisa azul.
También había
en la casa un rincón para llorar, y en el jardín un árbol de pensar.
El rincón de
llorar estaba junto a la ventana del salón, detrás de las cortinas. Blanca,
cada vez que tenía un berrinche se quedaba allí hasta que se le pasaba y volvía
a estar contenta.
Cuando sus
papás la reprendían o algo le preocupaba, iba al árbol de pensar; era una
pequeña higuera que plantaron cuando ella nació y juntos habían cumplido ya
cinco años.
También, en el
pasillo, estaba el sitio de los castigos: la pared de cara a la pared, aunque
como era una buena niña, obediente y ordenada, sólo la usaba de vez en cuando.
Un día,
Blanquita estaba triste, hacía un tiempo raro y mamá no la dejaba salir a jugar; se
escondió en el rincón de llorar, a llorar, pero se distrajo mirando por la
ventana; veía las hojas del jardín que volaban empujadas por el viento y era
divertido, porque parecía que bailaban o jugaban a perseguirse y escaparse unas
de otras. De repente, el viento se volvió loco, soplaba y soplaba cada vez más
fuerte y el árbol de pensar se movía de un lado a otro.
La niña se asustó,
se podía romper su higuera pero no podía hacer nada, mamá le había dicho que no
saliese al jardín.
En el rincón
de llorar Blanca pensó que, aunque la castigasen de cara a la pared, no podía
quedarse a ver cómo el viento rompía el arbolito y salió corriendo de la casa.
Llorando, se abrazó al árbol de pensar hasta que el viento se tranquilizó.
Los papás no
la castigaron, la regañaron un poco por desobedecer, pero sólo un poquito;
estaban contentos porque el árbol de pensar no se había roto.
Y es que los
árboles son muy importantes, nos dan frutas y sombra y muchos animalitos viven
en ellos, le explicó mamá y le dio un beso.
Desde
entonces, cada vez que se sentaba a pensar junto al árbol de pensar, se acordaba
Blanca de lo que mamá le dijo y se sentía feliz por haber cuidado de su
higuera.
FIN