Pilar

EL ÚLTIMO PELDAÑO ¿Por qué no apagan ese pitido tan irritante? Maldito ¡piiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! Me taladra el cerebro, los oídos. ¡Ya! Al fin ha dejado de sonar. Tengo frío. Cada vez tengo más frío. Parece que hubiese niebla, todo lo percibo borroso. Cómo va a haber niebla en una habitación… ¿Estaré soñando? Sí, eso es: un sueño. Me despertaré y Paloma estará a mi lado, dormida con un brazo sobre la frente. Qué postura tan extraña; siempre se ríe cuando se lo comento. ¡Qué triste parece Paloma! Muévete de una vez, chaval, la estás asustando. ¿Por qué no me trae una manta? Más que la chaqueta me abrigaría. A qué vienen la chaqueta, estoy en la cama. ¿Ahora corbata? Se me figura apremiante averiguar quién es la mujer de blanco que me la está anudando; una urgencia inquietante que me aterroriza. No sé cual de las dos sensaciones es más punzante: si la premura por saberlo o la certeza de saber. ¿Por qué no lo hago yo mismo, como siempre? ¿Y Paloma? A ella le gusta retocarme el nudo antes de salir de casa, después del beso de despedida. Me sacude una motita invisible de la solapa, me estira el cuello de la camisa y ajusta el nudo. Siempre lo hace. Y por qué no dejo de soñar. No tiene gracia, se está convirtiendo en una pesadilla. Ahora no veo nada, todo es oscuridad. Cada vez más impenetrable. Mas. Más. Más…. FIN