Pilar







EL SACOIME 

Yo vivía en un concejo marinero, en Asturias. No recuerdo quien determinó las reglas; imagino que sería el Rufi, era el mayor y el resto de los rapaces le teníamos respeto. Nos poníamos en fila y echábamos a pies para formar equipo; luego, uno a uno, metíamos la mano en el Sacoime y cogíamos las papeletas. Algunas estaban medio rotas de tanto sobarlas; como ya nos sabíamos de memoria las pruebas, no nos daba más.
Por ser el pequeño de la cuadrilla nadie quería cargar conmigo y me dejaban él último. El Rufi me elegía, me tenía un aprecio especial, sospecho que a causa de Marita, mi hermana; le gustaba y no perdía ocasión de pasar por la casa con la excusa de buscarme. 
A las chapas no era yo muy ducho, ni al burro, que enseguida me derrengaba; al balón prisionero no había quien me ganase, era tan chiquenino que lograba escabullirme sin que me alcanzasen. Pero cuando sacaba del Socaime la papeleta para ver quién llegaba más lejos con la meada, ahí yo era el rey.
Hace años que vivo en la capital, aunque en los pueblos ya se sabe, te cuelgan un mote y lo arrastras de por vida. Soy Mateo “mealejos”.

                                                                                   FIN