Pilar

                 


                                         
VACACIONES REDONDAS


El hotel y la brillante alfombra tostada, que era la playa, forman un todo. Desde la terraza de la habitación la vista se pierde en las aguas caribeñas. Al fondo la excesiva vegetación brilla con una sinfonía de verdes. Esa lámina, sacada de una revista de viajes, ha estado colgada en mi salita durante dos años. Mes a mes he ido ahorrando para poder hacer realidad mi sueño: diez días en Cuba.
Me he sacrificado sin ir al cine, sin comprarme ropa, matándome en la oficina. Soportando al cabrón de mi jefe, un tirano, un ogro… Toda la oficina le tiene pánico a don Severino; jamás pronuncia una palabra amable, no reconoce el trabajo bien hecho. Nadie se atreve a pedir un permiso, ¿Y un aumento? Ni soñando. Como en su casa sea igual de seco y de borde compadezco a su mujer y sus hijos.
Pero por diez días no quiero pensar en nada más que en disfrutar de las excursiones, de las actividades del hotel, tirarme en esa arena tostada, gozar con el agua, los mojitos…
Las noches huelen a diversión y sexo. Los locales bullen de actividad, de risas y música.
Es tarde cuando regreso al hotel, cansada de bailar.  Mientras espero al ascensor, en el vestíbulo escucho una voz que me suena familiar. ¡No puedo creerlo!
¿Don Severino abrazando a una mulata imponente que podría ser su hija?
Al día siguiente vuelvo a verlo. ¿Pero es mi jefe ese hombre con una camisa estampada con peces de colores, bermudas y descalzo que baila salsa en la terraza del hotel? En la mano lleva una copa, con sombrillita y todo. Sigue con la misma moza y me dedico a inmortalizar con mi móvil todos sus movimientos. Un reportaje en toda regla. Para que no falte nada le pido a un camarero que me haga un video: yo en primer plano y por detrás, tirado en la arena, don Severino retozando. No se esconde, ni disimula; se nota que está feliz, sonriente, dicharachero… Quién diría que es el mismo ogro de la oficina; parece que se hubiera sacudido de encima el mal carácter y diez años también.
Se terminan las vacaciones, ¡pero qué redondas han sido! Me parece que de aquí en adelante no necesitaré ahorrar para repetirlas; seguro que voy a ascender en la oficina y con un sueldo acorde a mi experiencia y conocimientos.


                                                                       FIN