ACECHANZA
El hombre luce una inquietante sonrisa mientras cruza la calle apresuradamente. Se acomoda en un banco del parque, el que está frente a los columpios a resguardo de un arbusto con florecillas blancas. Se ajusta los vuelos de la gabardina en torno a las piernas. Se flota las manos mórbidas, como enjabonándoselas.
Ya se escuchan las risas, la algarabía de los niños acercándose. El hombre de la inquietante sonrisa babea y se relame los labios lascivos.
FIN