Pilar

ACECHANZA El hombre luce una inquietante sonrisa mientras cruza la calle apresuradamente. Se acomoda en un banco del parque, el que está frente a los columpios a resguardo de un arbusto con florecillas blancas. Se ajusta los vuelos de la gabardina en torno a las piernas. Se flota las manos mórbidas, como enjabonándoselas. Ya se escuchan las risas, la algarabía de los niños acercándose. El hombre de la inquietante sonrisa babea y se relame los labios lascivos. FIN
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5 Responses
  1. Juan Says:

    Muy bonita descripción para llegar a ese final sugerido, que le da intensidad al microrrelato. Estupendo, Pilar


  2. Arvikis Says:

    Un columpio vacío siempre es inquietante. Para mí el final ha sido trágico. Lo siento.
    Javier


  3. Anónimo Says:

    BUEN TRABAJO, PERO QUE MAL ROLLO


  4. Graziela Says:

    Muy bien Angela. ¡que asqueroso!


  5. Anónimo Says:

    Con tan pocas palabras y uno se imagina perfectamente al tipo y sus intenciones.