ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO
Anoche habló el Santo Padre, y me quedé estupefacto.
Su homilía, preñada de “perdón”, “amor” y “libertad”, referida a la acción militar ejercida sobre un país tercermundista, me sobrecogió. Seguí transido de fervor la Eucaristía, que en manos del Papá adquiría carácter prodigioso, y elevé una sentida oración por los oprimidos masacrados.
-Excelencia- el ministro de justicia interrumpió mi rezo-, esto urge.
Me santigüé, cerré el devocionario, apagué el televisor y empuñé la estilográfica.
-¿Once hoy? ¡Vaya por Dios!- me lamenté, pero firmé con pulso seguro las sentencias de muerte.
-Gracias excelencia. Que descanse.
-Lo haré. La conciencia limpia es el mejor somnífero.
FIN