Pilar

-->
PUNTO FINAL
En cuanto entré vi la boina sobre la mesa. Solté la carpeta y sonreí feliz, anticipando el sabor de los caramelos de menta que el abuelo llevaba en el bolsillo para mí, el calor de su abrazo, de sus besos húmedos y sonoros, la caricia de su mano rugosa en mi mejilla; un ritual que se repetía hasta donde alcanzaba mi memoria. Corrí a su encuentro con la ilusión de que se animase a dar un paseo, unos paseos tan largos y ligeros como, ahora, las piernas maltrechas le permitían. Le gustaba hablar; me iba relatando historias antiguas, curiosidades de los lugares por los que deambulábamos; era como leer un libro, pero más divertido porque lo adornaba y contaba tan bien…
Mamá me salió al paso, vestida de oscuro, llorosa, con los brazos abiertos para acogerme, para consolarme.
Odié la boina, redonda y negra, porque era como un punto final.
FIN