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Frente al mar, en la escalera del mercado, es donde Rufo, Cosme, Anxo, Sabino
y Fidel pasan los mejores momentos: bromean, discuten de fútbol y comentan las últimas
incidencias del día; trabajar con ataúdes, a veces, resulta deprimente y echar
un rato con los compañeros o ponerse ciegos de orujo no es ningún crimen.
El rumor de que posiblemente cierre la fábrica,
les deja helados. Finalmente lo confirma Rufo, el encargado de taller, con un
ligero temblor en la voz, entorpecida por la tos crónica que padece; también a
él, aunque no se permite reconocerlo, el comunicado se le antoja una infamia. Trabajar
desde chaval para la misma empresa, marca. Ahora, a punto de jubilarse se
enfrenta a días monótonos, sin alicientes.
-No te preocupes, Rufo -le anima Sabino-
siempre nos quedarán el mar y la escalera.
-Y el orujo -apunta Fidel.
-¡Y los amigos! -añaden a coro.
FIN
Mi bien, Ángela