Pilar





SIN ELLA

 

Relumbran los restos de lluvia en los adoquines, en las hojas de los árboles mecidas por la brisa húmeda, como llanto manso resbalando en las cristaleras. No me importa mojarme, no voy a ninguna parte, mi invierno apenas encuentra razones para seguir adelante. Vivo de recuerdos, recuerdos atesorados: la plata de sus cabellos, la curva tibia de su cuello… Los ojos azules, inteligentes y espejados, iluminaban todo cuanto miraba.

Así me sentí yo cuando la conocí, mi mundo de solterón taciturno y gris se coloreó de repente.

Lucia era hermosa y dulce, fascinante y sutil. De su mano descubrí el placer de pasear sin prisa y me arrastró a la alegría de compartir su mundo, hasta que una invisible tela de araña la fue envolviendo en el olvido, despojándola de las palabras. Poco a poco pasé a ser para ella un desconocido, nosotros, ¡qué tanto y tan bien nos conocíamos!

A veces siento como si hubiese vivido esos breves momentos en otro tiempo, otra dimensión lejana y onírica.

Sin ella ya no espero nada. Vuelvo a tener desalquilado el corazón.


FIN

  

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1 Response
  1. aleizar Says:

    Muy bueno, aunque triste muy real. Muy bien Ángela...