Pilar

MI NIÑO MOZO

Hace más de veinte años que los amigos del barrio ya no juegan a los indios, ni a los barcos en la fuente de la plaza vieja. Ninguno duerme ya con un muñeco ni moja el pijama. Pero para Luisón el tiempo no cuenta; él, cuando se acuesta, sigue aferrándose a Taylor, su maltrecho gatito de trapo, tuerto, remendado una y otra vez.
Luisón continúa arrastrándose por la acera dando tobitas a las chapas y jugando al gua en el parque, como cuando era Luisito. Corretea en círculos con los brazos extendidos, haciendo pedorretas babosas, ruidos como si fuera un avión.
Y si ve llegar, terminada la faena diaria, a los amigos del barrio, los llama a voces para que le acompañen, los azuza nervioso. Y llora porque dice que no le ajuntan. Llora lágrimas gordas que le resbalan por las mejillas mal afeitadas; se limpia los mocos con la manga y corre a esconderse en casa, a chivarse a su madre.
La madre le lava la cara, le consuela y ruega a Dios para que se lleve a su niño mozo cinco minutos antes que a ella.

                                                                       FIN

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3 Responses
  1. "En los callejones los niños
    siguen jugando al futbol"

    Una breve estrofa que tiene más de 20 años, de un gupo vasco cuyo nombre no recuerdo.

    No todo está perdido, no todo es playstation, no todo niño mozo es marginado.

    Al menos...mientras en mi callejon los chicos sigan jugando al futbol con sus padres.


  2. graziela Says:

    La esperanza de la madre de Luisón es la de muchas otras madres que esperan que sus eternos niños nunca tengan que vivir sin ellas.
    Buen relato, en pocas palabras describes perfectamente el personaje y el drama.
    My bien Ángela


  3. Arvikis Says:

    Un relato que detiene tu tiempo y te hace reflexionar sobre la vida, y lo poco que sabemos de ella. Nada humano, nos debería ser ajeno. Buen relato Pilar. Un abrazo.
    Javier