TANGO
Vibrábamos con la música, como si de un
sentimiento que nos impregnaba se tratase.
Era un juego de dos, un cruce de miradas, un intercambio de susurros, una
caricia. Por un momento respirábamos la calma hasta que uno proponía y el otro iba,
confiando en la pareja, sintiéndola, compartiendo todo lo que nos invadía en un
instante mágico, latiendo con las melodías en ese único abrazo. Así era nuestro
amor, nuestra vida. Y apareció Malena.