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INJUSTA REVANCHA
Luisito se preparó para ir al colegio. Mientras se peinaba se miró en el espejo. El golpe del carrillo empezaba a pasar del morado al amarillo, igual que el de su madre.
Toñín, lo siento, hoy te toca cobrar, te vas a enterar, dijo y salió a toda prisa.
FIN
LA VENTA DEL PARRAL
El cojo es el alma de la Venta. Juan Parral fue torero de campanillas hasta
que un cinqueño resabiado le destrozó la pierna; la infección hizo el resto:
cambió la muleta de tela por una de madera.
Con los ahorros montó una tasca que frecuentaba gente del toro. También, de
sus tiempos de matador, conservaba amistad con figuras del cante que se dejaban
caer de vez en cuando a beber unos finos y arrancarse por fandangos y alegrías.
La taberna fue tomando solera y renombre
y tuvo que ampliar el negocio.
En la Venta las noches se alargan, tanto que terminan a la hora del
almuerzo con tapitas de caña de lomo, Jabugo y gambas de Huelva regadas con
manzanilla.
Cuando las guitarras y las palmas se silencian, Juan, el cojo, con la
muleta marca el compás y se arranca por bulerías si tiene un buen día, si está mustio
una soléa, lenta y cortante, cuenta de penas,
de pérdidas… Canta para los dioses del flamenco, para las glorias del ruedo que
le observan desde el albero de las paredes. Ese albero que él pisó, que fue testigo
de tardes de aplausos y olés, de mujeres complacientes y ramos de flores; un
albero de sangre y dolor donde quedó mutilada su vida.
FIN
El HOMBRE DEL TALEGO
Sus arrugas cuentan historias de
pérdidas y ausencias, de penurias y carencia.
Se sienta en un banco, de
espaldas al estanque y pasa horas allí, mano sobre mano, con el talego a su
lado.
Nadie recuerda cuándo apareció
por el parque, tampoco porqué ni en qué momento empezaron los niños a
arremolinarse a su alrededor, quizás fue al observar que sacaba de su
inseparable talego mendrugos de pan que compartía con los gorriones y las
ardillas.
Habla de animales salvajes, de
tierras áridas y oasis quiméricos de días ardientes y noches gélidas cuajadas
de estrellas y los pequeños le escuchan como hipnotizados. El corro aumenta de
día en día y él siempre tiene algún cuento que relatar de viajes y aventuras.
Con los adultos es más esquivo. En
cuanto me acerco sujeta con fuerza su talego y se levanta; parece que tuviese
miedo de que se lo fuese a quitar.
Hasta ahora sólo sé su nombre:
Freke. Sospecho que muchas de las cosas que cuenta son experiencias personales
porque, a veces, se queda en silencio con la mirada prendida en algún lugar
distante, abrazado al morral lleno de mendrugos, como si de un salvavidas se
tratase. Y posiblemente así fue.
FIN
(Cuadro de Pedro Cano)
QUERIDA MERCHE
Estoy
disgustada. He tenido una mala noticia: Merche se cambia de
casa. Merche es esa vecina a la que puedes pedir perejil, harina o un diente de ajo en
cualquier momento. Esa que entra por la mañana para preguntarte si quieres pan
porque va a la compra. Se ofrece para acompañarte, o te pasa unas croquetas y un trozo del
riquísimo bizcocho que ha cocinado.
Es
viuda, tiene un hijo, que se acaba de separar, y dos nietos, por eso se cambia
a un pisito más barato y cerca de ellos, para atenderlos.
En
sus años mozos ganó un concurso de la radio para cantantes aficionados; no
llegó a hacer carrera, aunque no ha perdido el gusto por la música y canta
hasta para saludar, “Esta tarde vi llover, amiga mía”.
Cuando hace bueno, de ventana a ventana nos ponemos a charlar. Es muy habladora, gritona y un
poco dura de oído, la oigo hasta cuando habla por teléfono y sin pretender cotillear
me entero de todo lo que dice. Sin verla sé que llega a casa porque entra chillando,
llamando al gato y al canario. Enseguida se pone a canturrear.
Hoy
ha venido a despedirse; la echaré de menos, su alegría, la ayuda, la compañía y,
sobre todo, su original y cantarín saludo.
FIN
REFLEXIÓN
Sigo odiando madrugar; me anima la perspectiva de retomar el
curso, de volver a reencontrar a los compañeros.
Debe ser cierto eso que dice el refrán de que a quien
madruga… El bus ha llegado puntual y también el profesor. La sesión está siendo
muy instructiva y amena, todo genial hasta que nos ha pedido que improvisemos un
texto. Nada es perfecto.
FIN