Pilar

 




LA VENTA DEL PARRAL

 

El cojo es el alma de la Venta. Juan Parral fue torero de campanillas hasta que un cinqueño resabiado le destrozó la pierna; la infección hizo el resto: cambió la muleta de tela por una de madera.

Con los ahorros montó una tasca que frecuentaba gente del toro. También, de sus tiempos de matador, conservaba amistad con figuras del cante que se dejaban caer de vez en cuando a beber unos finos y arrancarse por fandangos y alegrías.  La taberna fue tomando solera y renombre y tuvo que ampliar el negocio.

En la Venta las noches se alargan, tanto que terminan a la hora del almuerzo con tapitas de caña de lomo, Jabugo y gambas de Huelva regadas con manzanilla.

Cuando las guitarras y las palmas se silencian, Juan, el cojo, con la muleta marca el compás y se arranca por bulerías si tiene un buen día, si está mustio una soléa, lenta y cortante, cuenta de  penas, de pérdidas… Canta para los dioses del flamenco, para las glorias del ruedo que le observan desde el albero de las paredes. Ese albero que él pisó, que fue testigo de tardes de aplausos y olés, de mujeres complacientes y ramos de flores; un albero de sangre y dolor donde quedó mutilada su vida.

                                                            FIN