SUAVEMENTE ME
ABRASAS CON TU CANCIÓN
La noche estaba destemplada
y yo solo, sin ningún plan. El ambiente decadente, el humo azulado y el
terciopelo granate de aquella pequeña sala que descubrí, parecía sacado de una
escena de cine negro. Un cuarteto interpretaba piezas de jazz. Había pocos
clientes que aplaudieron con entusiasmo cuando apareció en el escenario la
vocalista. Ella armonizaba a la perfección con el estilo del local: la melena
ondulada, el ceñido traje de lamé plateado...
Cuando empezó a cantar sus movimientos cadenciosos y la lánguida mirada
me esclavizaron; imposible apartar la vista de la abertura de la falda que
dejaba entrever la piel dorada. El mundo se detuvo y el tiempo pasó sin sentir.
Al salir compré un CD de ella.
De vuelta a casa no
podía quitarme de la cabeza el recuerdo de su imagen tan sensual, los ojos
aterciopelados, los labios provocativamente rojos, como una herida, esa piel
hecha para acariciar… Necesitaba urgentemente una ducha que apagase la
calentura; mientras me desnudaba puse el CD y su voz cálida se apoderó de cada
rincón de la habitación. De mí. La ducha podía esperar, decidí. Me tumbé en la
cama y soñé con ella.
FIN
Muy sugerente.