OJALÁ QUE LLUEVA
Vivo
en un edificio añejo, en el piso quince. Son apartamentos pequeños, con un
alquiler asequible; la mayoría de vecinos somos gente joven, estudiantes y
trabajadores con sueldos basura. El dueño del inmueble es un tacaño, no arregla
nada; hay humedades, las cañerías se atascan… Tan roñoso es que tiene
clausurado el ascensor y solo sube hasta la séptima planta; dice que los
engranajes se desgastan y que el gasto de luz es excesivo.
Para
remate tenemos un conserje que es un desastre: vago y bastante espeso; supongo
que el casero le pagará una miseria, pero eso no quita para que haga su
trabajo. La escalera, del séptimo hasta el quince, la barre de higos a brevas; no
puedo subir andando, que tengo reuma, replica si alguien protesta. Solo sube
arriba cuando llueve; ha encontrado un truco para poner en funcionamiento el
ascensor. Que me ponen las escaleras perdidas y tengo que darme la paliza,
refunfuña, así, al menos, solo hay que pasar la fregona en la cabina; ¡cómo si
limpiase mucho otros días!
En
vista de que la sequía es cada vez más pertinaz, los vecinos de los pisos altos
hemos tenido una reunión para sobornarle; de momento no traga, pero si
aumentamos la apuesta…
FIN