Pilar






CADA LOCO CON SU TEMA



En la planta alta se reunieron los más viejos; sube bebidas, Ismael, ordenó el hombre de larga barba blanca. No necesitaba tomar nota del pedido, se lo sabía de memoria: dos tilas, un poleo, una manzanilla y un té verde.
¡Menudas juergas se correr los abuelillos!, murmuraba Ismael cada tarde. Las juergas se alimentaban de momentos vividos en otro tiempo y él estaba harto de subir y bajar la escalera y de escucharlos.
Y es que sus arrugas contaban historias que unos y otros ya se contaron mil veces: el barrio o el pueblo de su infancia, la mili, las novias, el trabajo… Tras la euforia inicial de la jubilación, el tedio se fue adueñado de ellos y ahora se dedicaban a matar el tiempo antes de que él los matase. Lo intentaban con el paseo matinal, la partida de dominó y la charla.
Ismael también lo intentaba y se dedicaba a mirar el reloj, a contar las horas que le quedaban para irse a casa y ponerse las zapatillas. Él tampoco era joven.

En la planta baja se reunían los menos viejos, los más animosos. Durante la semana hacían manualidades, gimnasia de mantenimiento, talleres de pintura o creación literaria. Los sábados había baile. Asistían pocos hombre, pero eso no desanimaba a las mujeres y bailaban entre ellas. Ismael se encargaba de servir las bebidas; le gustaban los sábados, no tener que subir y bajar las escaleras, la música, las señoras tan arregladas y alegres. Ahora también él es viejo, y jubilado. Los sábados va a bailar y se toma un gim tonic. No ha vuelto a subir a la planta alta.

FIN